La más admirable y brillante, entre todas las culturas que florecieron en el territorio mexicano, fue la Cultura Maya. Su historia comprende dos épocas, que algunos historiadores han denominado, el Viejo y el Nuevo Imperio, respectivamente.
Se cree que los antecesores de este pueblo habrían llegado hacia el año 2500 a. de C. como integrantes del grupo dominado o influido por los olmecas, viviendo en sus orígenes en las costas del golfo de México. De ambas épocas han quedado vestigios arqueológicos de gran valor, ruinas de más de un centenar de ciudades y centros ceremoniales, estelas grabadas con jeroglíficos, esculturas, pinturas y cerámica.
La mayor parte de arqueólogos afirman que el Viejo Imperio concluyó hacia el año 1000 de nuestra era; unos dos siglos antes había comenzado ya la emigración de los mayas hacia la región del norte de la península de Yucatán, que habría de ser cuna del nuevo imperio. Las grandes ciudades comenzaron a quedar despobladas, atribuyéndose esto a causas como el cambio climático, epidemias, agotamiento de la productividad de la tierra y revoluciones de orden religioso. La cultura mayense abandonó el suelo donde floreciera durante el Viejo Imperio, esto es, la región que actualmente ocupan los estados mexicanos de Tabasco y Chiapas, y las repúblicas de Guatemala y Honduras, y parte de Belice.
Del avance cultural alcanzado por los mayas da una idea el hecho de regirse por dos calendarios, la creación de una numeración de base vigesimal, desarrollaron un complejo sistema de escritura jeroglífica, como dan testimonio sus códices y estelas de piedra.
Copan fué el centro de mayor población y el de la más alta cultura científica, mientras que en Palenque el genio de los mayas como escultores llegó a su más alta expresión; sus bajo-relieves, de líneas delicadas, perfecta composición y técnica insuperable, permiten compararlos con los mejores de su género producidos por otras culturas.
Cierto número de historiadores coinciden en asignar al período maya del Nuevo Imperio una duración de siete siglos, que abarca del año 987 al 1697 de nuestra era. En este período se destacaron las ciudades de Mayapán, Chichén-Itzá y Uxmal, grandes centros de población que fueron agrupando a los emigrantes que abandonaban el Antiguo Imperio maya, aun durante la época de su esplendor.
Las migraciones se intensificaron ante la decadencia de aquel régimen, de modo tal que la antigua área -Palenque, Uaxactún-Copán- fue totalmente deshabitada, y los mayas, marchando a lo largo de las costas del Caribe y del golfo de México, hallaron acomodo definitivo en la península de Yucatán, donde no tardaron en levantarse las grandes ciudades de: Chichén-Itzá, fundada por los itzaes en un magnífico sitio cercano a dos cenotes; Uxmal, centro de los xiúes; T-Ho, sobre cuyas ruinas se asienta hoy la moderna Mérida y Mayapán, núcleo político de los mayas; Izamal, Labná y Tulum.